Por: Javier “Sunshine II”
Sánchez
Cuando la cerveza empezó a elaborarse hace
miles de años, en los hogares del neolítico, nuestros ancestros la consumían casi
inmediatamente después de fabricarla. Las dos principales razones eran que
esencialmente la usaban como alimento, igual que si estuvieran haciendo pan, y
la segunda razón era porque no había manera de almacenarla por mucho tiempo sin
que se les echara a perder. Los grandes recipientes de barro que aparecen en
algunos grabados de esa época nos indican que en ocasiones la transportaban y
se la llevaban como alimento para travesías que duraban algunos días, sin
embargo eventualmente la bebida dejaba de servir. Durante miles y miles de años
esa fue la suerte de la cerveza.
A principios de la edad media en
la zona norte de Europa central y occidental, cuando nacieron los estilos de
cerveza que conocemos ahora, la cerveza seguía consumiéndose prácticamente en
el mismo lugar donde se fabricaba. Cada casa, hostal o abadía en la que se
fabricaba guardaba su cerveza en recipientes que a la postre se transformaron
en barriles de donde se servía directamente a los recipientes de los
parroquianos que llegan ambrientos después de un día de labor o aventuras
extenuantes. Gracias a estos barriles, transportarla a distancias mayores era
posible pero no muy usual, ya que cada pueblo o ciudad fabricantes sus propios
estilos de cerveza y no existía el concepto de distribución y comercialización
que conocemos hoy.
Tuvieron que pasar muchos años
para que los fabricante de cerveza encontraran formas de guardar su producto
terminado en porciones individuales aguardando a que algún consumidor quisiera
tomarla. Los avances tecnológicos de la revolución industrial del siglo XIX
fueron determinantes para encontrar dos nuevas formas de almacenar, transportar
y consumir la cerveza conservando muchos de sus características originales.
Evidentemente me refiero a las botellas y a las latas.
Se dice que el señor Alexander
Newell fue al primero que se le ocurrió
embotellar la cerveza – una Ale para ser más precisos- en la Inglaterra de la
célebre “Queen Mary”. Newell era el director de el colegio St. Paul y maestro
de la escuela Westminster. Esto sucedió, como tantos inventos que conocemos,
gracias a una casualidad, ya que al tener la necesidad de guardar su cerveza
favorita al señor Newwell se le ocurrió meterla en una botella de cuello largo
y delgado a la que le colocó un tapón. A los días que volvió por ella “No encontró una botella, sino una pistola,
tal fue el sonido que hizo al destaparla”.
Desde entonces la botella se ha convertido en uno de los empaques más
difundidos mundialmente.
Aunque el envasado puede hacerse
a mano, y de hecho en algunas cervecerías artesanales lo hacen, esto resulta
muy caro si los volúmenes de botellas se incrementa. La gran mayoría de las
fábricas cerveceras utilizan máquinas de embotellado automáticas. Estas
máquinas llegan a ser verdaderamente enormes sobre todo en aquellas macro
cervecerías donde este proceso ocupa edificios enteros. Las instalaciones más
grandes de líneas de envasado las tienen empresas como Anheuser Busch, Miller y
Coors.
El color de la botella es
importante para preservar el contenido. Los colores de vidrio más usados son el
café, el verde y el claro. De estos colores, el que ofrece la mayor protección
contra los efectos de la luz es el café, de ahí que sea el color más usado por
las cervezas tipo Ale y las “All Malt”,
que se alteran más fácilmente ante los efectos de la luz que las lagers
ligeras. El vidrio claro frecuentemente es utilizado cuando el fabricante
quiere que el consumidor vea el color y la transparencia de la cerveza, aunque
su nivel de protección es menor. Existen
botellas que son recubiertas con una película plástica y aquellas que siguen
envasándose en recipientes de cerámica, como durante años hizo la Ale tipo
Belga “Delirium Tremens”.
Tuvieron que pasar muchos años
más antes de que surgiera una segunda forma de envasar la cerveza en porciones
individuales. Esto sucedió en el año de 1935 y fue idea del inmigrante alemán
Gottfried Krueger quien al inventar la lata revolucionó la industria como pocas
veces alguien lo ha hecho. Ahora el envase cervecero no era solamente práctico
sino además desechable. Las primeras latas emulaban la forma de una botella,
tenían una tapa de rosca, eran muy pesadas, alrededor de 100 gramos, y
contenían .33 litros del alegre líquido. A partir de entonces las cosas han
cambiado mucho, al grado de que ahora pesan menos de .25 gramos.
Durante muchos años la lata fue desdeñada
por muchos consumidores que percibían que el sabor del metal se pasaba a la
cerveza. Definitivamente esto fue cierto durante décadas, sin embargo los
avances tecnológicos han mejorado lenta pero radicalmente este proceso hasta
alcanzar niveles de sofisticación y pureza impresionantes. El primer brinco verdaderamente importante en
este sistema de envasado fue el uso del aluminio, que prácticamente no
contaminaba el sabor del líquido y que resultaba ser mucho más liviano, más
atractivo visualmente, fácil de transportar, enfriar y además es un material
totalmente reciclable, algo muy importante para una industria que cada vez más
le apuesta a las tecnologías “verdes” o ecológicas. No contentos con los
beneficios propios del aluminio, se ha seguido mejorando el proceso, logrando
aislar totalmente el líquido del aluminio mediante procedimientos que colocan
una delgada “barrera” que recubre el recipiente por dentro, garantizándole al
consumidor que lo que se está tomando es lo que originalmente se envasó. Tal es
el caso de Ball Industries que desde hace algunos fabrica las latas de
cervecerías como Oskar Blues Breweries.
Aunque muchos seguimos
prefiriendo el sabor de la cerveza directamente sacada del barril, ya que nos
ofrece una cerveza más fresca, es evidente que no siempre esto es posible. Sin
embargo la botella o la lata nos ofrece una alternativa bastante buena y sobre
todo accesible.
¿Tú
probaste alguna cerveza nueva esta semana?
Explora, diviértete, piérdete en la diversidad. Busca más allá de la
tienda de la esquina.
Comentarios: javier@elsume.com