Por: Javier “Sunshine II” Sánchez
Los estilos de cerveza no deberían existir. Son solamente una muleta para personas sin imaginación. Es un intento por limitar la capacidad creativa de quienes elaboran cerveza. Encasillar a la cerveza en “estilos” es negarle su condición artística lapidando con etiquetas la libertad de auténticos creadores. Equivale a encasillar la belleza, la música, la pintura, la poesía o cualquier expresión del espíritu humano. Esta idea es común escucharla entre productores de cerveza artesanal.
Los estilos de cerveza, sin embargo, están ahí. Su función práctica ha sido de gran utilidad para la industria cervecera a lo largo de cientos de años. Los mercados se organizan alrededor de estilos definidos y han sido la referencia más o menos certera que le permite al artesano predecir el resultado de la receta que está utilizando y, en el extremo opuesto, le permite al consumidor tener una idea de qué va tomarse. Los diferentes estilos nos permiten conocer de antemano las características más evidentes de las diferentes recetas que existen y son la base de la innovación de cada fabricante; nadie inventa nada, en todo caso evolucionamos a partir de algo que ya existía con anterioridad.
¿Qué es un estilo? Vamos empezando por ahí. Muchas personas confunden el “Tipo” o “Familia” de cerveza con el Estilo. Familias solamente existen dos (*): las Ales y las Lagers. Cada una de estas familias tiene muchos “hijos” que finalmente es lo que llamamos estilos. En esencia el estilo de cerveza esta integrado por un conjunto de cualidades que combinadas definen un “todo” identificable…vamos dejándolo ahí. Primero que nada existen las cualidades más evidentes que pueden ser objetivamente medibles, me refiero a cosas como el color, el porcentaje de alcohol, el amargor o la gravedad entre otros. De hecho estas cualidades definen en gran medida por sí mismas lo que es un estilo. Existen otras cualidades más subjetivas que ayudan a redondear el concepto de Estilo, estas no pueden ser medidas con ningún aparato pero no por esa razón significa que no sean muy evidentes, me refiero al aroma, a la textura, al sabor, al cuerpo y a la sensación que llena tu boca con cada sorbo.
Hasta aquí he hablado de factores evidentes que todo mundo puede medir o ver, sin embargo los estilos tienen otras características que a veces no son tan fáciles de encontrar. Factores que nos hablan de cómo surgió determinado estilo y con qué propósito desde el punto de vista tecnológico, histórico, geográfico y cultural. Estos factores enriquecen de manera mucho más profunda la razón de existir de un estilo de cerveza. Estos elementos nos muestran un aspecto que nos ayuda a perfilar detalladamente sus características y a celebrar la existencia de cada estilo.
Los estilos constituyen un “acuerdo” entre los fabricantes y los consumidores que establece a qué debe saber una cerveza. Si pedimos una Stout ya sabemos qué tipo de sabores vamos a encontrar, o si pedimos una India Pale Ale de inmediato sabemos que el lúpulo estará al frente de esa experiencia. Lo mismo sucederá con una Bock, una Amber Ale e incluso con una American Lager. Cada uno de esos estilos tiene sus características definidas y es fácil encontrarlas descritas en muchas de las etiquetas de sus botellas, pero ¿en necesario leer esa información? En realidad pocas personas lo hacen ya que ninguna descripción por detallada que sea podrá substituir lo que nos dice el primer sorbo de un vaso lleno del estilo que quieran. El estilo nos señala rumbos pero nunca nos lleva a la sensación final de probar una cerveza.
Resulta muy ilustrativo conocer detalles sobre, por ejemplo, cómo las cervezas estilo Porter surgieron en Gran Bretaña en el siglo XVIII durante una época en la que los trabajadores portuarios necesitaban relajarse y revitalizarse durante sus descansos, cargando su organismo de las calorías y la euforia justa para volver contentos a su pesada labor. Las Porters hacen exactamente eso, son cervezas pesadas, rudas pero muy revitalizantes.
Los estilos también evolucionan debido a varias razones, sin embargo me atreveré a determinar tres: la tecnología, la geografía y…la moda. La tecnología permite en la actualidad manejar procesos de forma muy diferente a como los inventores originales lo hicieron, abriendo posibilidades creativas antes inimaginables. La geografía ya no restringe al fabricante obligándolo a utilizar los insumos que su entorno le proporciona, sino que es perfectamente factible utilizar granos de una parte del mundo, lúpulos de otra y agua químicamente tratada para emular estilos distantes. La moda, finalmente, influye de forma contundente, cada generación quiere hacer las cosas de forma diferente a como lo hacían sus padres, buscarle nuevas aristas a un estilo, es innegable que en la actualidad los sabores lupulosos están de moda, aun en estilos que antes no lo eran.
Existen más de 100 estilos diferentes de cerveza lo que les da una idea de la tremenda tarea que tenemos por delante. Invitados están a probar tantos estilos como puedan. Con tantas posibilidades frente a nosotros no podemos sino darle gusto a nuestro paladar.
¿Tu qué cerveza nueva probaste esta semana? Explora, diviértete, piérdete en la diversidad. Busca más allá de la tienda de la esquina. Amor y paz para todos.
(*) No es el momento de polemizar sobre la existencia de una tercer familia, eso lo dejaremos para otra ocasión ¿sale?
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