Por: Javier “Sunshine II” Sánchez
Resulta muy común ver que la mayoría de la gente tiende a marcar una línea divisoria entre la cerveza y el vino, casi una frontera que requiere de permiso para cruzarse y que, como toda frontera, eventualmente genera fricciones. Los “Hop Heads (cabezas de lúpulo)” de un lado y los “Grape Heads (cabezas de uva)” de otro pelándose los dientes. Quienes están de un lado voltean hacia el lado opuesto en actitud peyorativa que esconde una sorda lucha por la posesión de la verdad única…como si ésta existiera.
Resulta patético ver como algunas personas encuentran en la cerveza o en el vino una cárcel, más que un campo abierto al placer y a la convivencia humana, sin darse cuenta de que entre ambas bebidas hay más semejanzas que diferencias y sin reparar en el hecho de que ambas finalmente nos transportan al mismo lugar, sólo que por diferentes rutas.
Entre la cerveza y el vino existen más coincidencias que diferencias. Los vinos se hacen a base de uva, en tanto que las cervezas se hacen con base en granos, generalmente cebada. El proceso de fabricación en ambos casos es la fermentación y frecuentemente comparten productos naturales que les dan a ambos su aroma y su gusto.
Existen vinos y cervezas para diferentes ocasiones, para diferentes estados de ánimo y para diferentes propósitos. Algunos beben para quitarse la sed y refrescarse, otros beben para tomar fuerzas y proseguir con sus labores, otros por placer, otros para acompañar sus comidas, o para atreverse a socializar o acercarse a la persona que le gusta, y otros beben simplemente para emborracharse y olvidarse de los impuestos que deben y demás penurias de este mundo falaz y traicionero. Para cada necesidad específica existe un tipo de cerveza y un tipo de vino que encaja perfectamente en el logro del fin buscado.
Llegar a un restaurante y pedir “una cerveza” o “un vino” equivale a pedirle al mesero “un plato de comida”. Por lo menos debemos orientar mínimamente al mesero diciéndole qué nos apetece en ese momento: ¿Queremos carne, mariscos, vegetales, sopa? En la bebida sucede algo similar, de perdida debemos indicarle al mesero si queremos vino blanco o rojo o si queremos una cerveza obscura o clara. Aunque en la mayoría de los restaurantes las opciones son limitadas en lo que a cerveza se refiere, por lo regular es posible escoger entre dos o tres opciones.
Me permitiré en este escrito echar mano de la “Guía de la cerveza para los amantes del Vino” que el escritor inglés y original Cazador de Cervezas Michael Jackson (nada qué ver con el célebre cantautor ya fallecido) nos proporciona en una de sus múltiples aportaciones literarias:
“Usted es amante del vino, pero en ocasiones toma una cerveza. De acuerdo con el vino que prefiere, he aquí la cerveza que le puede gustar. No tiene el mismo sabor del vino (usted quería una cerveza), pero estará de acuerdo con su paladar.
- Blanco seco: una auténtica Pilsen lupulizada.
- Gewürztraminer: una lager estilo Viena, picante, o una lager más oscura tipo Munich.
- Champaña: una cerveza de trigo.
- Blush Zinfandel o Champaña rosada: una Framboise (cerveza de frambuesa).
- Cabernet Sauvignon: una Ale afrutada estilo inglés, o una IPA (India Pale Ale) americana de roble.
- Pinot Noir: una Ale escocesa o belga.
- Fino: una cerveza lambic.
- Amontillado: una Porter o una Stout seca.
- Oporto: una Ale oscura trapense con un cierto tiempo de envejecimiento en la botella.”
El tan socorrido concepto del maridaje resulta perfectamente empatable con la cerveza al igual que con el vino. Evidentemente cada quien marida su bebida con su comida como le da la gana, pero siempre es recomendable que ambas cosas se complementen (algunas veces por afinidad y otras por oposición) para que la experiencia resulte gratificante.
¿Tu qué cerveza nueva probaste esta semana? Explora, diviértete, piérdete en la diversidad. Busca más allá de la tienda de la esquina.
Comentarios: sunshine@elsume.com
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