Por: Javier “Sunshine
II” Sánchez
La
tecnología tiene una gran influencia en todos los aspectos de nuestra vida
diaria. Toda obra humana esta fundamentada en alguna medida en algún tipo de
tecnología que le ha permitido desarrollarse con un mayor o menor nivel de
éxito. La tecnología finalmente existe
para ayudarnos a alcanzar determinados fines con mayor facilidad, fines que
buscan algún nivel de satisfacción: “Tecnología es el conjunto de conocimientos técnicos,
ordenados científicamente, que permiten diseñar y crear bienes y servicios que
facilitan la adaptación al medio ambiente y satisfacer tanto las necesidades
esenciales como los deseos de las personas. (Wikipedia)”.
En
algunos momentos parece que el concepto “tecnología” se pelea con todo lo que
involucra libertad creativa, debido a que aparentemente las reglas son una
atadura para darle vuelo a la imaginación. Todo esto lo saco a flote porque
frecuentemente me preguntan mi opinión sobre el hecho de que la fabricación de
cerveza –sobre todo la muy comercial- este sometida a reglas tecnológicamente
tan estrictas eliminando con ello –me dicen- la parte artesanal tan importante.
Este cuestionamiento me parece fundamental y es algo que también yo me pregunto
frecuentemente.
Desde mi punto de vista existen entornos
donde la rigidez tecnológica es esencial para lograr estándares de calidad
fundamentales para el éxito de un producto. Pensemos, por ejemplo, en la
industria automotriz o en la aeronáutica, cualquier error en el proceso de
fabricación puede ser fatal. En el entorno de la fabricación de cerveza en
cambio los efectos de la tecnología aplicada con esos criterios no
necesariamente resultan en un “mejor” producto. Conozco personas que con un
poco de malta, agua, lúpulo y levadura, unos trastos, frascos de vidrio y un espacio
en el garaje de su casa son capaces de fabricar maravillas. Aunque
evidentemente existen patrones tecnológicos en su fabricación casera, estos son
utilizados de una forma artesanal, es decir, cada que repite el proceso deja un
espacio a su creatividad.
El problema surge y se hace evidente cuando quieres fabricar cerveza en
volúmenes elevados ya que existen muchos más riesgos de que las cosas salgan
mal y además en gran cantidad. La fabricación se convierte entonces en un
proceso en el que la mano del Maestro Cervecero se substituye por otras muchas
manos de químicos, ingenieros, administradores cuyo trabajo, más que crear
cosas, consiste en garantizar que todo salga de acuerdo a lo planeado.
“La
fabricación de cerveza se ha convertido cada vez más en ciencia y menos en arte”
nos dice Garret Oliver de la Brooklyn Brewery, lo que nos aleja cada vez más de
milenios de tradición cervecera que definieron todos los estilos de cerveza que
conocemos en la actualidad. “Convertimos
a la cerveza en un commodity –sigue diciendo el Sr. Oliver- igual que el queso lo convertimos en
pequeñas rebanadas amarillas envueltas en plástico o el pan lo convertimos en
Wonder Bread.” Hicimos nuestra vida
más fácil, sí, pero más aburrida, sin capacidad alguna de asombro ante las
cosas que nos rodean.
Muchos fabricantes de cerveza artesanal
exitosos que actualmente han incrementado su volumen de producción se enfrentan
al problema de no despersonalizar su cerveza ya que fue precisamente su
condición artesanal lo que les dio su éxito inicial. Es un problema que está
contemplado en los estatutos de la asociación de productores artesanales de
cerveza en Estados Unidos que establecen, además de los volúmenes máximos
permitidos, los procesos y la calidad de los ingredientes utilizados. Establece
incluso los requisitos que deben cumplir los dueños de estas fábricas los
cuales no pueden tener relación con las macrocevecerías industriales de ese
país. El problema, no obstante,
permanece y parece no tener una solución definitiva.
Nada de lo dicho hasta ahora exenta a los
productores artesanales de producir cochinadas, el hecho de ser artesano y ser
creativo no garantiza que las cosas siempre tengan una buena calidad. Lo que es
importante en todo caso es que esa creatividad sea aplicada en seguir buscando,
explorando, cuestionándose cada trago de cerveza que se toman. Pero más
importante aun sería que el consumidor fuera quien exigiera creatividad a
quienes fabrican cerveza. Somos nosotros los tomadores de cerveza los que
finalmente debemos de impulsar un renacimiento del arte de fabricar cerveza.
La buena
cerveza no es una ciencia exacta. Al menos no debería serlo. A medida que nos
esforzamos en estandarizar los sabores sin tolerancia alguna a las menores
divergencias estamos negándole a la cerveza su capacidad de sorprendernos y
estamos atrofiando en nosotros mismos el poco espíritu aventurero que nos
queda.
¿Tu qué
cerveza nueva probaste esta semana? Explora, diviértete, piérdete en la diversidad.
Busca más allá de la tienda de la esquina. Amor y paz para todos.
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